No dejé un rincón por revolver.
En cada uno de ellos invoqué tu nombre
o nombré a la ausencia,
no lo sé.
Todavía recuerdo la forma en que habías
arrancado ese papel,
desesperadamente,
casi como el amor
o bastante parecido.
No dejé un rincón por revolver
y en la insolencia del recuerdo
escucho tus canciones.
Ningún libro habla de vos esta noche
aunque los dos sabemos
que un tercio de eso fue suficiente antes
para encontrar el verbo justo
en una noche de lágrimas y whisky.
No dejé un rincón por revolver,
ves lo que digo?
La casa está revuelta por el tedio.
Es casi insoportable asistir
a las burlonas almohadas
que todavía conservan
el perfume de tu pelo.
Y los rincones se pueblan del eco
de aquellos silencios en los que
sin hablar
supimos
decirnos todo
y
tanto
más.