sábado, 29 de octubre de 2016

Desconfianza

Insomnio, benemérito enemigo, artífice de mis desgracias y mis plétoras de sentido, ¿no me concederás nunca una tregua? Oficio melancólico del nocturno taciturno, ¡pero si ya es el día! Los pájaros apenas seguirán cantando hasta que los autómatas vuelvan a tomar las calles y los agobien, justo en la hora en que los autobuses se multiplican y llevan a los hastiados a su trabajo, refugio estéril y perenne de la culpa posmoderna que entre el amedrentamiento y la abulia apenas si se retuercen o desesperan por hallar un paraíso redentor para sus más excelsos apetitos. Si acaso el recordar no sea más que una tarea abyecta semejante a la cobardía que en la quietud invoca pasados tiempos aparecidos memorables a razón del vacío mismo, ¿qué habré hecho de mi destino? Entonces otra vez este fantasma del terror depravado que me acicala y se arremolina en el medio del pecho como un cierre, que me inclina una vez más ante la muerte o ante la misma vieja herida que todavía supura. Aquella falta que aún no puede ser nombrada se me figura ya no como un trofeo de un dolor de vitrina superado sino como la reiteración absurda de una pena tan extraña y de igual modo hasta el hartazgo conocida de cuya naturaleza impredecible desconfío.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Hastío

Si pudiera ir a la feria
a vender mis zapatos gastados
y el escarpado camino
que conmigo han andado,
los llevaría.
Quizás nadie los compre.
Quizás ahí se queden
como pieza de museo,
quizás hasta se vieran
más bellos detenidos.
Pero son míos
y su destino es andar,
nadie más que yo
sabría andarlos,
lucirlos a los tropezones,
enterrados en el polvo.
Si pudiera ir a la galería
y comprar unos zapatos
nuevos y con otro camino,
no sé si me sirvan.
Quizás me saquen ampollas
y me hagan doler el talón
más que mis viejos zapatos.
Si pudiera andaría descalza,
si pudiera ya no andaría.