domingo, 28 de septiembre de 2014

Boceto y Pablo

Pido permiso para nacer. Ahora, como siempre, es temprano. Sucede que soy y que sigo: nadie pregunta. El pasado escribe sus propios cadáveres exquisitos. Deliciosa es la aventura del tiempo que nos arrastra cual hoja del otoño a las primaveras que no florecen todavía. Alguien desea. Todos volvemos al barro del que estamos hechos. Nadie responde. Todos nos miramos otra vez en el Paraná, la imagen devuelta es poco clara, no nos hemos definido. Todos temen, nadie se quiere morir pero todos lo haremos por costumbre. La sutileza está en que vuelvas después de todo, la lucidez está en que no decline la opción de ser fugaces. Nadie más habrá de reinventarse. Volviendo de la euforia y las canciones paseamos en bicicleta por San Telmo, los adoquines te sacuden para que sepas que ahora estás vivo. Mañana sale el sol por el oeste, el mundo está al derecho dando vueltas, sos vos.

domingo, 21 de septiembre de 2014

La ausencia inexorable.

"Escribes poemas 
porque necesitas
un lugar
en donde sea lo que no es."
(Alejandra Pizarnik)

A Lucas Bu.


Una vez te expliqué que quería
la alegría de un barco volviendo.
Y te fuiste atrás de todas las hojas
que barrió el invierno.
Quisiera poder decirte ahora
todas las palabras
que se me atragantaron
como a vos las flores
que yo vi en tu sombra una noche;
y pedirte perdón por la torpeza
de no saber jugar
con un globo rojo
como niña.
No tiene sentido,
ahora ya no es el tiempo tuyo
y es absurdo que así te adueñaras
de todas las horas
que nos faltan a los que quedamos
y que tenemos la rabia incontenible
de no poder reprocharte
la elección solitaria
de que no hayas dibujado
a ese punto final
otros dos que lo volvieran
suspensivos.
El dolor es no poder
nombrar la culpa,
y sentirse sentenciado
por dejar para más tarde
el abrazo
que ya no será correspondido.
Y decime vos ahora
dónde estás
porque tendremos que saldar
las dudas y
las deudas algún día.
Yo prefiero creer
que seguís enamorado de las tablas
y que descorchás un vino
y suena un disco
cada vez que no entendés
-y yo tampoco entiendo- la vida.
Y decido encontrarte
otra vez y a mi manera
en las tintas de Cortázar y Alejandra
que nos unieron
o me quedo taciturna
en el sillón que nos quisimos
y te pienso deambulando
por las calles de Rosario
que igual de silenciosas
conservan la memoria
de tus pasos sin rumbo fijo.
Sí, era el tiempo
el que jugó con nosotros
cual titiritero,
y yo por entonces
no era buena
para el papel de Julieta
aunque vos
subieras todos los balcones.
¡Ay, si pudiera darte
todavía ese último abrazo!
Qué agobiante
y solitario se me ocurre tu estertor
que me inunda de tus ojos infinitos,
y la sangre me hierve de tristeza
y la vista se me nubla de lloverse
y la piel se me eriza de abandono
y esta pena no sabe cómo replicarse
que te hayas entregado
al exilio de la noche eterna.
Sólo por amor a tu alma noble
y a tu sonrisa de niño eterno,
te concedo esta jugada
hasta encontrarnos de vuelta.
No habré de salvarme entonces
mientras sigo probando volar.