lunes, 1 de junio de 2015

Diálogos internos de vos (Conmigo)

Silvio siempre vuelve. Aunque no esté de moda  en estos días. Nunca va a importar a qué hora llegues, seguramente estaré contando baldosas en otra parte. Y sin embargo, soy siempre adverbio, de modo que después siempre será mientras tanto hasta que no me juegue el verbo que preceda al que nos va a interrogar por última vez.
Nuestro verbo no será nuestro, no será gerundio. Hoy mi deber era, otro que esto de cantarle a la patria de muertos y excesos leídos en esa borra de café de las tres de la mañana que daba inicio a esta suerte de desamparoanhelo para todos los días por venir. Me gustan las calles con adoquines y todas las esquinas europeas, no me gusta la necesidad de financiar platos de comida con sonrisas y monedas en los semáforos y enseguida termino sonriendo igual. No tengo nada para dar. Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Ayer las casualidades y los misterios de volver a bienvenirnos. Ayer un globo rojo, como el que pusiste una noche oscura en mi balcón. Ayer, toda la semana. Así es la intensidad, como la noche oscura y como el globo rojo. Un niño dormía siestas ante mis plegarias. Dos niños jugaron una vez hasta reinventarse. El miedo es eso que se arremolina en mi callejón sin salida. El puente amarillo tiene un sol propio y es el de Facundo. Todos los amores de mi vida condensados en las pupilas de tus ojos que siempre van a brillar. Todas las veces eras vos y eran otras las manos que dibujaban la caricia. Anoche el taxista escuchaba jazz. Dolores in a shoe stand. Yo anotaba en un rincón de mi mente que mi memoria siempre va a fallar. ¿En qué se habrán convertido mis viejos zapatos? Las despedidas son un punto de partida, yéndote sos punto de fuga. Pero siempre vas a estar entre mis líneas que desnudan lo que llevo acá en medio del pecho.
Al final siempre estoy reescribiendo un mismo texto inútil. Nunca voy a dar con la nota necesaria. Esto es el eterno no tener(te). Después de todo está la misma hoja en blanco invariablemente. Y esta silla que se hunde. Después de todo, nunca me animo a escribir un final. Entonces somos puntos suspensivos.  Si no me animo a cerrar la historia es porque me da terror la idea de que un día tu fantasma se vaya. A veces el espanto es que esta duda se me disfrace de certeza y que seas vos, inalcanzable, lo único que pude desear en esta vida. ¿Qué poeta imberbe me trastocó en mujer de un solo deseo? Mientras tanto nos sucede la vida, sin abecedarios que escriban la palabra plural de una vez por todas. Nosotros, que quizás no seamos el uno para el otro, le robamos a la ausencia un verso que nos nombre juntos. Y sin embargo nos pasamos de largo en cada esquina que podríamos encontrarnos. Mucho más allá de esto que somos si es que somos, he tomado malas decisiones. A veces se vuelve gracioso ver cómo alcanzo la frontera del absurdo. ¿Y si nos vamos anticipando de sonrisa en sonrisa hasta la última esperanza?  El año que nací, Silvio escribía “Hacia el porvenir partieron sombras”. Mi sombra vive sacando boletos de tren. En el último coche voy yo, desnuda y sin inventos. Al final del viaje, partiremos de nuevo. Después de todo, habrá otros brazos que nos reciban.