lunes, 16 de julio de 2018

Refugio

Entre la ambición de respuestas, por esta sublevada y ya hiriente catarata de preguntas que se multiplican, voy buscando señales diminutísimas que me orienten a un norte propio. Por momentos sondeo unos límites abrumadores de racionalización del deseo y entonces continúo a paso lento pero diametralmente opuesto a ese parnaso divino, creyendo engañosamente que en algún punto del camino vislumbraré la curva que conduzca cual atajo a donde verdaderamente anhelaba ir. No hay peordesengaño que sabernos nuestros propios verdugos, si acaso cabo mi propia fosa cada mañana y allí me tumbo a llorar por las noches desconsoladamente. Es un trabajo agotador pero al menos es un trabajo. Repito con el eco que dejó la voz de un amigo que ahora está exactamente del otro lado del mapa, "no hay refugio, mi pana". Él y yo sabemos bien que no hay aquí o allá y que las armas las cargamos nosotros mismos para apuntarnos minutos después. Entre la cobardía y la osadía de las búsquedas tiene que haber algo más. Él y yo sabemos bien que no hay nada en ninguna parte. Será por eso que escribimos o intentamos, o que otras veces nos inventamos ficciones para sentirnos mejores porque no hay refugio siquiera en nuestras catarsis. Y entonces pasó que me interpelaron algunos buenos confidentes: "por qué no estás escribiendo?" Hace algún tiempo que creo que no tengo nada verdaderamente interesante ni verdaderamente nuevo que decir. Para qué romper el inmaculado silencio o lo absorto de la hoja en blanco? Prefiero ceder ante la conmoción de las posibilidades aunque no me pertenezcan con dignidad jamás. Y de pronto, otra vez, entre la aciaga rutina aparece una diminutísima señal. Yo creía además que cuando escribía, lo hacía para no morirme o para no olvidarme. Foucault me reveló otra respuesta más oportuna hoy: "Más de uno, como yo sin duda, escriben para perder el rostro."

martes, 10 de julio de 2018

Niña Poi

Niña etérea,
ahora te irás,
en breve te irás,
apenas si el prisma
deja ver que faltan días
y ya me duele
tu ausencia próxima.

Acaso si algo
ya se arruga y se solapa
en medio del pecho.
Un remolinovendaval
porque no quiero
pero te debes
a tu fulgurante y minuciosa
libertad,
a tus juegos coqueterías
de niñacrece.

Y no sé qué haré
a propósito,
si tal vez sea mejor
asistir a mis propias abyecciones
para ser irreverente
ante cada una de ellas
y convertirlas
en algo mejor que esto,
que esta bandada
de pájaros inconstantes
que no saben nunca
bien a dónde migrar.

Entonces habré
de hacerme grande contigo,
acompañar el crecimiento
como las plantas
que buscan juntas
brotar hacia la luz
pero estarás lejos
y yo no sabré
-nunca lo supe-
a qué
costado
inclinarme.