lunes, 17 de marzo de 2014

El funeral de la risa

Es toda la angustia otra vez en la almohada, en los párpados cansados, en la casi lágrima, en la casi búsqueda, en mi casi sonrisa de cordialidad de oficina. Es otra vez toda la angustia, y la furia. Es otra vez esta manía de puños cerrados y de pasos solitarios. Es este juego de sombras multiplicado, de sol que no sana las penas. Es este miedo sin nombre ni objeto que llamo mío. Es esta botella de vino en un mueble que sigue sin abrir porque no hay con quién brindar, o lo que es peor, porque no hay por qué. Y este recuerdo de todos los trenes en los que huí del amor y los amantes. Es esta carta dada vuelta que evoca a esa carta que me dejaste entre las frutas de la mesa y que ni la mudanza me devolvió. Es eso de irse siempre y no tener a dónde volver. Y es mirar otra vez a las esquinas que fueron horizonte de mi barrio. Es esa ventana, la de ese balcón que me vio tantas noches bailar hasta lograr los pies negros para ganarle a la tristeza. Y es la copa de ese árbol que me dejó un poco de verde entre el gris del asfalto para hacerme creer en la fuerza de la vida. Es eso que no le dije a nadie y que ensayé frente al espejo ya mil veces. Es otra vez la escena de mis sueños en la que le explico a mi jefe las cosas por última vez. Y es también esto de querer salir corriendo hasta tus brazos o hacia unos brazos cualquiera que me aprieten fuerte un buen rato para que en el suspiro que hay después se vaya toda la impotencia. Es el imperioso deseo de mandar a todos los cobardes a la mierda y de no tener que irme con ellos. Es todo lo insoportable del peso de saber que no hay un dios ni un destino al que culpar. Y el escalofrío de las hojas en blanco que no pude llenar con otra cosa. Es la rabia del boceto que se tiñe de fracaso y otra vez la puta suerte de no saber qué escribir. Es toda la sangre que hierve nada más que para seguir alimentando una rutina cada vez más histriónica y absurda. Y después, una mañana anhelada que nunca se sabe cuándo llega, amanecer sonriéndole al olvido; al olvido de toda esta peste. Y celebrar la vida, y también la muerte. Pero sobre todo a la muerte. Mentiría el que dijera que la risa no le ha costado un funeral. 

domingo, 16 de marzo de 2014

Madrugada

Ahora tiemblo como un niño.
Al que madruga la felicidad lo ayuda,
nuestro dios flagelo de un cobarde 
no escucha tus plegarias hoy.
Y esto
y mucho
y no te puedo mirar a los ojos.

No amanece y es tarde.
Un pollo en un patio sueña con volar
y se consagra al spiedo.
No te expliqué,
son las terrazas que se quedaron en una noche.
Son todas las palabras que no te puedo decir
que no voy a decir
y el diminuto impulso descarado
de abrazarte sin que te enrosques.