viernes, 24 de febrero de 2017

Igual amanece

Soy el aroma indeseable
que comparte la sábana contigo;
soy vino y tabaco,
el espasmo,
una suerte de inspiración del ronquido.
No soy ni seré alivio.
Quisiera saber el mapa de tu cuerpo,
tus lunares milímetro a milímetro.
Apenas soy digna de tu falta de confianza
y me repugna
esta búsqueda sedienta
que desencuentra
encontrando otra vez pérdidas:
las voces,
la sola posibilidad del amor triste y breve de una noche,
la vigilia o el insomnio
-ya da igual, siempre amanece-
otra vez
y para siempre.

Dolor-mueca-malrecuerdo

Escarbo un dolor,
apenas puedo encontrarlo,
apenas puedo
ponerle un nombre
que sé y que vagamente olvido.
Escarbo mi dolor
entre otros viejos dolores,
sólo creo que
no lo encuentro
ni lo nombro,
no puedo decirlo en el recuerdo.
Es, dolor, que me has dolido tanto,
que el dolor anestesia
es otras veces olvido.
El dolor que aún no sano
se revuelca
en mi lecho anonimato
para decirme
que aunque no pueda nombrarlo
todavía duerme conmigo.

sábado, 4 de febrero de 2017

Hablemos

Hablemos de insomnio, de cómo se nos pasan las horas pensando en la receta mágica, hablemos del sistema opresor y de cómo mandaríamos todas sus reglas a la mierda. Hablemos de cómo seríamos amor hasta pasado mañana y de cómo haríamos la revolución aunque el entusiasmo nos dure tres semanas. Hablemos de libertad, de dar la vuelta al mundo sin la tarjeta de crédito de papi, hablemos de la zona de confort en que vivimos y de lo desdichados que fuimos por salir a laburar antes de salir a vivir. Hablemos de lo boludos que nos sentimos cuando nos dimos cuenta que podíamos vivir igual y que fuimos unos nenes de pecho cuando culpamos al sistema. Y lloremos otra vez por el sistema desigual y por nuestra falta de cojones. Y sigamos hablando de ganarse la vida desde el arte y con el arte. Hablemos de filosofía barata y de los zapatos de goma de Charly niño prodigio al piano con cinco años pero de familia "acomodada" y doble apellido. Hablemos de mi querido Cabral, borracho, presidiario, muerto de hambre y embajador de la paz. Hablemos de la miseria como título nobiliario desde el lugar de alguien que no pasó un puto frío durmiendo en la calle. Hablemos de ser algún día algo más que la misericordia asquerosa que nos heredó el cristianismo que nos mecía la cuna capitalista salvaje. Hablemos de vender pan relleno en el parque. Hablemos de tus amigos hippies que malabarean en el semáforo para ganarse la vida. Hablemos de tus otros amigos que son felices al pie del Uritorco con la herencia del abuelo. Hablemos de la educación media mediocre que no te dio las herramientas que necesitabas para saber qué carajo querías ser cuando te escupieron al sistema con el verso de que tu vida era tuya y había que elegir. Hablemos de la aún más patética instrucción de la educación superior y de los desafortunados genios de oficio que no tienen un papel que los avale en el mundo de las estampitas certificadoras. Hablemos, pero hablemos de algo que nos haga temblar de estupor, de ansiedad, de miedo, de bronca, de pasión o de angustia, hablemos de algo que nos corra por la sangre rabiosa porque buscamos identidad. Hablemos porque atrás de ese discurso estamos nosotros, y por contraste los otros.