viernes, 6 de diciembre de 2013

Soliloquios nocturnos

Me vas a matar,
me vas
a amar una mañana
que no llega.
Me vas a ver volver un día de éstos
en los trenes que partieron
en invierno.
Me vas a reprochar
muy tarde
el reproche que no di
porque no supe.
Me vas a oír nombrar a las alondras
que una vez nombraron
la distancia.
Me vas a ver -una noche amarilla-
a los ojos
y yo veré algún rostro envejecido.
Me vas a invocar de pronto
en el espanto
y yo andaré regándolo de flores.
Me vas a decir
después
en el olvido,
que ya aprendimos a volar del pasado.
Y luego,
taciturno como entonces,
no sabrás quién
apagó la luz en el cielope.


domingo, 10 de noviembre de 2013

Insolencia

No dejé un rincón por revolver.
En cada uno de ellos invoqué tu nombre
o nombré a la ausencia,
no lo sé.
Todavía recuerdo la forma en que habías
arrancado ese papel,
desesperadamente,
casi como el amor
o bastante parecido.
No dejé un rincón por revolver
y en la insolencia del recuerdo
escucho tus canciones.
Ningún libro habla de vos esta noche
aunque los dos sabemos
que un tercio de eso fue suficiente antes
para encontrar el verbo justo
en una noche de lágrimas y whisky.
No dejé un rincón por revolver,
ves lo que digo?
La casa está revuelta por el tedio.
Es casi insoportable asistir
a las burlonas almohadas
que todavía conservan
el perfume de tu pelo.
Y los rincones se pueblan del eco
de aquellos silencios en los que
sin hablar
supimos
decirnos todo
y
tanto
más.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Cadáver exquisito de una noche de primavera de octubre 15 de un año cualquiera

Una vez, otra vez y otra vez. Un futuro presuroso está tentándote.
Necesitamos el uno del otro, no hay dudas...
Casi puedo presentir que tu mirada me asecha, cuando de todos los demonios escogemos tu angustia. Te amo como me cuesta respirar, no negocio el precio de encontrarte, pero escondete por favor de mi mundo.
Siempre. Sí. Siempre. Antes que sea tarde por favor...
Y se pudre mientras tanto la inocencia o es la crudeza que tiende sus hijos a la estaca absurdamente pariendo el mundo.
O con estos ojos agudos acaso pretendo seducir con la mancha impoluta de la miseria a las crueles polleras de la muerte.

(Raskolnikov, G. y Jacinta)

viernes, 6 de septiembre de 2013

Boceto en tinta negra.

Sospecho que las noches ya no serán como antes. Su fantasma me visita siempre a la misma hora; y si bien lo hace para agradecerme, no se traga mi culpa, no me da tregua. Ya no soporto el mismo ritual cada vez, él llega, se sienta en la punta de la mesa, me observa, suspira, y casi llorando me ruega que lo ayude a irse, después recuerda que todo fue hecho como su voluntad lo ha indicado, entonces me agradece y se marcha. He pensando en mis horas insomnes en escribir mi testamento: "Dejo como herencia a la mujer del parque toda mi culpa". Es momento de que alguien más ofrende su sangre, no puede existir la posibilidad de que mi único acto de altruismo esté signado por la crueldad, digo que para purgar mi culpa deberán existir otros traidores. No puedo ser la única en franquear el límite entre el deseo y la locura, quiero decir que mi arrepentimiento se mide sobre los actos de los otros. ¿Hubiese sido alguien, como yo, capaz de ayudar a un hombre a lograr la muerte propia con la única excusa de elegir por vez primera y para siempre la libertad? Ahora es mi turno, a diferencia de que mi búsqueda es liberarme de lo que he hecho.

lunes, 29 de julio de 2013

Además, amanecer.

Todos prefieren el sur al principio,
el estúpido exilio de los desvelados.
El sol por el poniente
cae sobre los puentes absurdos de la Pampa
y todos celebran la solemnidad de aquel paisaje.
La estela de un avión
abre un surco irrazonable sobre el cielo
que me recuerda a las fauces abiertas de las fieras,
sin embargo todos prefieren el sentido y su hostil ambivalencia.

¿Qué será entonces de mí cuando me encuentre la noche?

Mi cuerpo frío sobre el lecho temerá las sombras que se aproximan del oeste,
de las crudas tinieblas desde donde se avecinan todas mis frustraciones.
Y además, amanecer,
como si se tratara de un festejo inútil de los días.
Y además, nombrar,
como si se tratara de amarrar el mundo en un sonido.
Y además, volver,
como si fuera posible,
como si el tiempo no hubiese hecho sus estragos.
Y por fin llorar,

como el insoslayable destino de los que no regresan.

lunes, 1 de julio de 2013

No puedo nombrarte y digo.

Quiero buscarte,
quiero encontrarte y leerte
la piel,
los besos,
las pestañas,
los silencios,
los pies,
el cabello,
las sonrisas de las mañanas.
Y después quiero nombrarte,
entonces no puedo
y digo
noche, gato azul, alameda o río,
patiecito o pececito o tal vez lucecita solar.
Perro, folklore, viento,
halo lunar que me acuna,
palomas en una plaza cualquiera,
ya no podré no nombrar todo y nombrarte.
Y así paso mis días,
y es éste mi oficio (el de sólo buscarte)
y no encontrarte nunca
en los parques, los libros,
en alguna noche ajena,
en los vasos de vino o en las manos del otoño,
en la cara del frío o el sudor de los días,
en la sutileza idiota de los cobardes,

en las valijas que partan hasta vos y para siempre.

domingo, 30 de junio de 2013

Desbarrancamiento de un tercer verso.

(A un discípulo anónimo y sangrante.)

Me obnubila tu tersura de tintas,
la ausencia de arrugas del manantial furioso de tu cauce,
la límpida espesura del papel de tus constelaciones.

Tu corrupción sin mancha,
tu andar descalzo,
tu cara lavada por la mañana.

Porque eres etéreo, sin nombre
y te deshaces fácilmente.
Porque te animas y te cambias el rostro,
y te escribes el rumbo
o te cortas las manos.

Por tu indescifrable llanura,
por la desolación de tus valles desiertos,
te vuelves cielo y después agua,
te vuelves nube y te respiro.

Qué sosiego sucio e infinito,
qué culpable frío y silencio,
qué crueldad la de tu ausencia,
qué esperpento en tu relato
que en otro tiempo fue un mar interior.

Y así te trazas, te dibujas
en tu sinfín de variadas intensidades
y tu remanso se vuelve poco profundo
y te invades de viento, y me desesperas
y te invoco pero no encuentro.

Qué desahuciada recorrí las calles,
con qué acedia te inventé otros nombres
y luego me acometió el llanto.

Cada vez que te vas
siento la ausencia de la patria,
el vacío de lo propio
de algo que nunca será mío.

Pero te manifiestas en oleadas
y regresas reverdecido
con tus flores y tu fauna,
y te inventas de nuevo
y te naces alfaguara.

Con qué acidez me embisten tus miradas,
qué embriagadores los besos en el cuello,
las manos por la espalda,
qué sutil murmullo tu paisaje,
el remanso de tu regreso.

Pero te maldigo,
porque te vuelves
y te escondes en el viento
suponiendo el olvido
y me soplas el infierno,
y me creas la grieta
y me otorgas el frío,
y me traes la crudeza
y yo te quiero conmigo.

martes, 11 de junio de 2013

Horizonte del oído tinto.


Aunque alguno diga
que esto suena
a declaración de guerra,
cuando leemos las líneas tímidas
de la poesía:

declaramos el amor,
la tormenta, el otoño,
las manos de una madre
o del olvido.

Declaramos el tedio
y la tortura,
la lluvia antes de entrar al cine,
las manzanas y los parques,
los niños y sus barriletes.

Los viejos con sus cuentos,
la muerte y sus amigos,
la desdicha del iluso
o el desengaño del filo.

Mas no importa,
no por eso dejamos
de destapar un vino
y atacar la deshora
y escribir el exilio.

Y leer en voz alta
nuestra declaración de guerra,
porque tal vez tenga razón
aquel que aquello dice.

Porque nos empeñamos
la sangre para usarla de tinta
y dejamos el alma
en la tapa de un libro;

y tal vez ese libro
ya perdido en los años,
por nuestro grito de guerra
un día se haya escuchado.

lunes, 20 de mayo de 2013

Eso.

Es eso, Horacio. Es el absurdo coraje con el que puedo decir que no te amo. Es la alegría del verso después del dolor.
Es el misterio impune de tus ojos hermosos como una pradera tandilense. Es eso, Horacio.
Es saber que el tiempo desapareció otra vez pero no para el amor vacío de manos sino para el color puro de las horas solas  que son tenues o tanto más reconfortantes que aquella desesperación atrás de cada una de tus partidas. Es eso.
Sí, es eso mismo Horacio. Es ese encuentro nuestro ya perdido en el almanaque de los suicidas depresivos que se unieron  una sola vez para poder encontrar sus destinos verdaderos. Es eso mismo. Te juro que es eso, Horacio. Es como amarte porque no estás. Es parecido a quererse bien. Es como el vómito de flores que me causás si te acercás dos pasos. Es eso, Horacio sin horas. Es eso, Horacio niño durmiendo. Es eso, Horacio abismo. Es eso, Horacio borrachera. Es eso, Horacio tengo miedo. Es eso, Horacio ahora mismo. Es eso, Horacio abyecto. Es eso, Horacio que te vas del país. Es eso, Horacio de panfleto. Es eso, Horacio desnudo. Es eso, Horacio descubriendo. Es eso. Es eso que yo soy.

lunes, 13 de mayo de 2013

Ausentes de turno.


Clemencia,
en las horas feroces
no te encuentro.

¿Qué haré con la tibieza de mi oficio?
¿Dónde caerán en este instante sus ojos de pájaro?

El absurdo suceder de los días
corrompen lo que queda de mi inocencia.
Quisiera besarte.
El mundo manda a sacar turno
para besar.
Hay abismo.

La torpeza del reloj
invoca tu bondad desde la ausencia,
sucumbes ante ella.
Entonces
se aflige mi aliento.

Del calor
la humedad que en todo vive,
después
el invierno florecerá con su muerte.

jueves, 9 de mayo de 2013

Inventario de la des-dicha


Me queda
un último cigarrillo
en el atado,
una sombra de nadie
en el sillón,
un reloj sin pilas
y un balcón inundado.

Me queda elegir
entre incendiar la vigilia
o mirarte
hasta que sonrías para mi
en una plaza cualquiera.

Me quedan
unos libros que robé
y que nadie leyó jamás
y canciones que llegaron
desde Londres
sin golondrinas que las bailen.

Me queda un cepillo de dientes,
y una ilusión de naranja.
Me queda también
siempre un vaso demás en la cocina
y un beso que se tarda
ocho menos cuarto.

Melancólicos en la deshora
inventariamos el vacío
que quedó después
de las horas felices.

Y si es que escribo
inventarios del aire
es porque he aprendido
a contar estrellas.

Sin más que tinta
y un lapicito
fotografío el momento
en que he sido feliz.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Frío

No falles,
no duermas,
no desatines en el filo de la noche.

Qué cuestan los títeres
del sueño;
son todos asesinos.

No falles,
no duermas,
no desatines en el filo de la noche.

Ahí cuando una estrella
es el frío polar
de tu sábana completa
es cuando se marchan
tus viudas y enemigos.

No falles,
no duermas,
no desatines
que el jinete que anda suelto
matará a todos tus muertos,
nacerá a todos tus gritos,

manchará con sangre el polvo,
con polvo el frío,
con frío el vino.

No falles,
no duermas,
ya pierde tus canas.

Que en la noche de los tiempos
los verdugos juzgan su alma.

No falles,
no temas,
ya fuiste mi asesino.
Y en el filo de la noche
cometiste un desatino.

No temas,
no llores,
no duermas tu destino.

Creíste en la paz
cuando creaste los fantasmas
que nadarían tu río.

sábado, 27 de abril de 2013

Almendra


De qué color será la camisa de la felicidad?
Si mi sonrisa está a minutos menos cuarto de tu sombra.

Es una noche eterna de almendras
en la que mis manos te acarician con ternura.
Vamos a pasear por callecitas de adoquines,
estos pasos torpes son el andar de los felices.

Todavía me pregunto,
de qué color será la camisa de la felicidad?

Seguro sea tu color.

domingo, 21 de abril de 2013

Recurso delito.


(Nunca hasta entonces más bella que la última.)
Hoy viajo al pasado,
me vuelvo niña y poeta.
Me vuelvo inocente y hay tristeza.
Me vuelvo viento.
(Silvio siempre ahí para cantarnos.)

¿Quién va a calmarme las ansias del verbo?
Te equivocás.
Lo grande es todo aquello que nos une en algún punto
-que no es en mi, sino a través de mi-.

Te quiero lleno de pájaros.

La Lluvia se desdobla,
cae sobre la que no soy.
Se llueve toda ante mi otra
-que no es sin mi, después de mi-.
Y se llueve porque fue antes
la que yo quisiera
pero es breve.

¿Dónde nos lloveremos pasado-mañana
si estas hojas siguen en blanco
y para siempre?

Huella.

Alguna vez en-contr-a-rte
de mi lado más oscuro.
Espero-te cuando tengas un nombre
que yo pueda nombrar.

¡Qué cara cuesta esta libertad de no ser libres!
Tango que no tengo.
[Vivo en el número
último por error]
Y aún brindo por los dioses
que te hicieron su cantor.
Y te llevo tan clavado en el pecho, caminante.
Y vos seguís volando bajo.

No quiero que seamos así
-sin flores-.
No quiero que seamos así
-esquina adoquinada
postal
que te recuerda-.

Noche. Suicida y poeta.
Domingo.
Tristeza de la libertad que es solemne.
Súbdito de mí: la pena.
Pantomima del espanto, soledad
de amar en esta ausencia indecible.

sábado, 13 de abril de 2013

Chavela se va.


La noche eterna me visita,
entonces temo.

El balcón se burla de mi.

La botella vacía contempla la escena,
desde un rincón anhela que el vaso se llene algún día.

De pronto y como nunca querés volver.
Ya es tarde.
La noche eterna me visita.

viernes, 22 de marzo de 2013

Eternamente. (Octubre nueve.)


Como tus manos sencillas
es la noche,
de manos habitada.
Este juego de sombras
y de vértice
me llevan a desvariar.
Yo que bailo entre el abismo,
salto.
Me pierdo ahora que vienen los fantasmas.
Estoy al borde, ya no sé.
Mas quién soy?
Si he sido, nunca seré.

Quisiera borrarte
el nombre y el ombligo,
los rincones.
Que el viento te grite despacio:
qué tan lejos estás?

Ahora huye,
huye como una gaviota.
Soledad sola
cosechaste en la sequía.

Pues entonces,
habrá que aprender
a jugarse las miserias
y arrancarse las mentiras.

Ahora que todos
estamos por caer
entendemos:
desde los pies
todos somos iguales.
Por eso no estamos juntos,
pero caemos a un mismo lado.

El viento
trayendo tu nombre
me provoca un silencio.
No vas a volver,
yo espero
el día,
la hora,
la aguja.

Entonces te nombro,
con mi dedo acusador
te nombro.
Te sentencio,
te destierro
del lugar de tu propio exilio.

Y así sucede.
La desesperación
no tiene rostro.

Por cada escalón que dejo
hay un pasado que olvido.
El descenso será largo
pero al fin voy a borrarte.

lunes, 18 de marzo de 2013

Quién?


Siempre vas a ser así. Y yo te quiero así. Múltiple. Multiplicado. En una terminal cualquiera de la que me voy a ir enseguida antes de verte viajar con otras manos. Lo raro hubiese sido si hubieses llegado empapada en alcohol, con la lluvia se llueve cualquiera. Y te sigue un perro que no te quiere, sino que quiere tu techo, seco. Tu puerta cálida de despedidas que se agotan y el perro que busca quedarse. No estás sola, tenés un perro. No sé si creerte. Bueno, sacate la ropa. Cuando te desvestís es más sencillo, porque sos sincera ante el espejo que es como ser franca con vos misma.

No recordaba el nombre pero pude notarlo en tu casa. Alejandro Menotti también tuvo un perro. También tuvo nombre de un buen tipo de barrio. Pero pudo ser el ladrón del cuarto elemento. Cuando lo hacés vos, me gusta leerlo. Es distinto, se cae un rayo por el balcón y vos me hablás del ruido de una nube, como si hablaran o como si hubiera una música nueva dando vueltas por alguna pared que se está por caer. Y se va a caer en cualquier momento, el problema es que no la ves. Vos estás de espaldas y no la ves. Se te cae encima, Alejandro. La pared se te va a derrumbar encima. La Negra Sosa canta en el departamento del vecino la última lluvia que te desarma y sangra agua salada del Paraná.

-Es lo que siempre busqué en vos, que digas esas palabras. Aunque te calles y me sonrías, yo te quiero múltiple. -Quiero que por sobre todas las cosas me guíes con paciencia en este viaje, casi espiritual, casi sentimental, casi viaje.
-Estás en el punto suficiente y necesario. Podemos seguir Vicente.
-Cómo es el libre albedrío?
-Es como el miedo pero sin culpa o como el whisky pero sin hielo.
-No te vayas tan lejos.
-Estoy en el balcón. Es como cruzar por la puerta pero sigo acá.

Según la tercera ley de Newton a cada acción le corresponde una reacción que le es contraria. Vos me asumís y me confirmás todo el tiempo, ahí no hay cambio posible. No hay novedad. No hay sentido sin interpretación pero no hay interpretación sin acto. Y ahí donde no hay acto, tiene que existir un sentido para la inercia.

Escribo para que nuestro mundo no se detenga porque el mundo no funciona cuando hay uno solo que empuja. Ahí no hay chiste, una balanza que no pesa más que sentir la ausencia de sentido siente la ausencia de los cuerpos. Hoy le harías falta a Rosario lloviendo y a mi máquina. A mi máquina más que nada y todavía, que te espera, ávida de tintas o de golondrinas que lloren.

-Está mal que piense en vos?
-Ese es el juego que aún no termino de entender ni de jugar y que me encuentra en pensamientos cruzados.
-No sé dónde debería situarme.
-El juego no se trata de nosotros, ya entendí.

Si el juego no se trata de nosotros, se trata de vos o de mi o de los dos por separado, que no es lo mismo pero es igual. Cuando uno juega consigo mismo es más factible perder. Si no qué parámetro usás para saber que estuviste bien cuando te convenciste de que te equivocaste de vuelta? El problema es cuando falta un motor. Si no encontrás algo por lo que moverte, un riesgo, una necesidad, una carencia o una búsqueda misma, te movés? Si no accionás por la falta, cómo llegás a cualquier parte?

Alejandro Menotti no caminó a ninguna parte, el que caminó fue el perro. Entonces Alejandro no era un gran tipo, era un gran lugar, cómodo para un perro que necesita un lugar seco. Alejandro era un gran lugar seco. Pero si fue así, el protagonista era el perro.
Y si Alejandro tenía ojos de perro? Y si Alejandro Menotti no era más que ese perro que buscaba un lugar seco? Ahí están juntos el juego, el miedo y el chiste. Alejandro, el perro, se robó el cuarto elemento. El cuarto elemento era el agua. O el fuego, o la tierra, al final no importa. Al final necesitaba un lugar. El problema es ese, si no importa, si no hay sentido pero de todas formas ese perro o ese Alejandro o cualquier buen tipo o sencillamente cualquier tipo necesitan un lugar. Un lugar cualquiera, pero un lugar. Ahí hay búsqueda. Sin motor. Pero si el perro encuentra asilo en la casa de Alejandro y Alejandro no deja de ser más que el mismo perro…
Ya no hay juego, ya no hay chiste y no hay miedo.
Cuando se encuentra el lugar, cuando se termina la búsqueda que no tenía sentido, no hay más sentido. Y donde nunca hubo nada, qué puede haber más que un perro buscando secarse después de una lluvia?

(Siempre sentí que para decir lo que siento algo anda faltando. Pues si en mi mano cae un lápiz difícilmente habrá un papel en blanco dispuesto a ser marcado. En cambio, si papeles abundan, los lápices se fugan como cómplices de un instante obsoleto. Eso es para mi el arte y la literatura, como toda búsqueda o como todo encuentro, sin ellos ni siquiera hay motivo…)


martes, 5 de marzo de 2013

Volver


Volviendo esperaba encontrarme un mensaje tuyo. En realidad, esas casualidades ya no suceden porque no suceden las casualidades.
Jacinta vuelve cuando no la espero pero nadie llega cuando esperamos. Las cosas que se buscan se encuentran de casualidad.
“Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo.” En realidad, habría que volver o pedir que a uno no lo esperen. Pero cuántos son realmente los que no tienen la necesidad de volver mientras alguien espera?
Con mi cañón de futuro disparo a la nada que bien se viste de pasado. Sí, curiosamente Silvio todavía nos reúne del modo más tácito posible, nos une donde no queda unión posible, donde hay ausentes, donde ya no te espero.
Los que nos echamos a andar errantes por las solitarias calles rosarinas de un invierno anticipado, supongo que salimos a buscar algo parecido a nosotros mismos de tal suerte que cuando volvemos no sabemos ni quién va a abrirnos la puerta. Fue la caminata más corta y más significativa de toda mi vida, porque sin esperarte y aún ausente cuando volví a mi casa había algo de vos dando vueltas por la cocina.
No sé cuántos amores me quedarán por conocer, al final, siempre sospecho que son pocos, tal vez ninguno. Es tan maravillosa esa puta casualidad donde vos que no tenés nombre te encontrás de repente conmigo que no sé quién soy y en ese encuentro sabemos que tendremos que querernos.
Si Jacinta se comiera a Macarena no sé qué pasaría, pero alguien llamaría a la muerte o después de eso habría un poco de amor y una taza de café a las tres de la mañana.
Cuando llegué a la esquina tuve miedo, de doblar hacia la realidad. Y que al final no hubiera nadie esperándome. Cuando volví, hallé novedad. Quien piensa en volver no es más que un nostálgico.
Quien piensa en volver nunca sospecha que las cosas hayan cambiado. Quien quiere volver espera encontrar siempre un mismo paisaje. El encuentro con el paisaje mutado nos da miedo, nos echa a andar y quién sabe a dónde va a parar buscando lo que antes? Donde hubo algo de nosotros, y habrá que averiguar si somos los mismos que los de entonces, probablemente no quede más que una ausencia en permanente fuga que necesite nombres nuevos, nuevos perfumes, nuevas manos, nuevos versos, al final nuevas personas, nuevos nosotros, y quizás, de toda suerte, si es amor, necesite otro vos que seas vos y otro yo como yo misma, pero mañana.
Perdón, es el frío de estos días el que manda a llamar a Jacinta que me obliga a inclinarme ante mi otra, que no soy más que yo misma recordando lo que no fui.

De regreso había alguien caminando en dirección a mí, encapuchado. Creo que los amores son así de fugaces, no pude decirle ni cuál era mi timbre ni lo bien que le quedaba la barba. Sospecho que hubiésemos recorrido cientos de bares, sospecho que nos hubiésemos asignado nombres de personajes de libros épicos, sospecho que una noche taciturna le hubiese dedicado el mejor disco de Silvio para volverlo a escuchar dos años y medio después. Sospecho que hubiese arruinado mi vida, por eso siguió caminando. 

martes, 19 de febrero de 2013

Verso desesperado. Mientras tanto.


I

Si la verdad volviera a tener 16 años,
¿los colores serían los de entonces?
La libertad el sol saliendo
mientras las huellas tejen el camino de regreso?

¿El amor sería tan puro y mío,
todo y para alguien que me quisiera también?
¿La tinta brotaría de las agujas del reloj
que es eterno pero es justo?

¿La risa sería la alegría verdadera?
¿Los sueños serían sueños que merecen ser soñados
y ser llorados, y ser amados,
pero aún así dolerían?

¿El futuro sería todavía
la inagotable espera del mientras tanto?
¿Yo sería la misma que aquella
que pensó que la verdad tenía 16 años?

No sé si en la noche de los tiempos
o en un rincón más simple
como el abismo de un cenicero
podré alguna vez encontrar la respuesta.

En el verso sin nombre
o en el sabor a fracaso,
la botella vacía
me mira de reojo y me sentencia.

Tal vez me atrevo a decir,
que después de que el tiempo pasó,
los sueños se convirtieron
en recuerdos de renuncias
o en resignaciones guardadas a plazo fijo en el banco del insomnio
y que la puerta sigue abierta
pero esta vez para nadie.

El almanaque ya no denuncia la espera,
reclama mi llegada tarde.
Ahora quisiera ser otra,
o la misma pero aquella.

II

Al diablo el miedo.
Esta noche
me vestiré sonriendo.

Voy a salir a encontrarte
en algún lado
y beberemos hasta extasiarnos. 

Voy a eludir responsabilidades
aunque después habrá reclamos
en estos mismos rincones
pero hoy no voy a escucharlos.

Y mañana tal vez,
sea la autómata de siempre.
Pero eso,
eso,
corre a cuenta del mañana.

jueves, 14 de febrero de 2013

Menos tarde. (Tan temprano no habrá de llegar nunca)


Triste es eso
de tener que salir a refregarse
los ojos contra las puertas
y nunca
las manos contra la piel.

La sombra de un hombre
desciende sobre mí
y se refleja
en mi costado, 
luminoso.

Vos estás del otro lado,
ocho pisos arriba del asfalto
o en un bar
o en cualquier parte,
o quizás a milímetros que rozan en el pasto.

Por la barranca caigo yo.
Después te nombro
o escribo versos
que no leerás.

Mi máquina
corazón, que es roja
como la sangre,
aunque mi alma anhela
amar en sepia,
palpita teclas,
tinta sino pulsión de muerte.

El whisky se vuelca
en las orillas de tus ojos 
que serán eternos
y claros
como el sol atardecido.

O seré yo
que otra
o quién pudiera.

Antes, el delito
de soñar con mi destierro
y que el exilio
no habrá de ser amargo
si te encuentro
entre las horas
y el suspiro.

Antes, el milagro
de que un día tu puerta se abra
para mi.

Antes, el sacrílego deseo.
Ahora, la piel muda
o el espanto en la sonrisa
o la viuda con su espejo
o la mosca en el abismo
o el zapato en el invento
de ser parte de tu patria
que es exceso.