Pido una oda al otoño
pero nada se me ha dado
de tu copa amarilla o desnuda.
Quizás son los días
de lluvia
(todavía se desdobla).
Es otra la que se enjuga los labios
y ya no se embriaga,
algo ha sanado
entonces
cuando la oscuridad
tenía sus brillos.
Será la monotonía
y las valijas en el placard
que se debían andenes.
Sea quizás una imprudencia
de no haber sentido frío
en tanto tiempo.
Sea una reiteración vana del verbo,
la rebobinación harto trillada
del godot que no vino.
Una fatiga crónica de ausencias,
el rompecabezas de siempre
que de tanto armarse y desalmarse
ya no divierte
o no tiene
justo la pieza
que dibujaba la hazaña.
Sea la versión más inerte
del disco que se repite automático.
Será que quise ir soltando
ahí donde no amarré nunca.