Veinticinco minutos
para lo que pudo ser
si veinticuatro minutos
duraba mi esencia.
Veintitrés minutos
para la expresión libre
y veintidós minutos
para explotar la forma.
Veintiún minutos
para que hagan falta
veinte minutos
de recordar lo que fuimos,
y en diecinueve minutos
recordar que no somos
porque a dieciocho minutos
del sol estamos.
Diecisiete minutos
para la nada misma
y en diecisiete minutos
devolverle al todo
su potencia curiosa
que en quince minutos
acabará para siempre
porque la nada,
a veces,
son catorce minutos
en los que sobra el tiempo
para creer que
en siete minutos
se acabarán las cosas
en las que hace seis minutos
todavía creía.
Pero hace cinco minutos
que no pasa el bondi
y hace cuatro, apenas,
si me dieron la hora...
Porque hace tres minutos
que no recuerdo quién era
y hace apenas uno
que me paré en la esquina...