Digámoslo de una vez,
yo quería escribir otra cosa
que no fuera esta ballena tibia avistada por nadie.
Yo quería escribir la poesía,
la diadema de una noche que no terminara
nunca,
algo menos que la verdad
pero un poco más que un simple pulso.
Debo decir entonces,
buscaba un rostro sobre la hoja desteñida,
buscaba un nombre que nunca se aparece.
Quiero decir
ya no quería esa vanidad de la academia,
quería el verso que mute el dolor primario
en otra cosa mejor
que una razón de halagos baratos.
Alguien un día,
mirándome a los ojos
firmemente, dirá
que he fracasado.
La paz
esa novedad abominable
sobrevendrá
si no son mis labios balbuceantes
otra vez frente al espejo.