Todavía escucho el tren
pasar cerca.
Todavía hay lo que todavía.
Con todo eso, no obstante, sin embargo,
no es la RAE quien dictamina mis cambios, mis porvenires,
mis todavía.
Un pájaro sobrevuela bajo,
no me acostumbro a ello,
no deberé tampoco.
Otros son los pulsos que aún laten dolientes
como un trino que no es trino
pues son cadenas las que braman.
No hay exilio posible,
ya no hay riesgo
ni surco.
Dónde gritar ahora
que se vende el silencio.
Si este cansancio no alcanza,
cómo habré de bastarme.
Ya lo sé, mi poesía es del siglo pasado.
Poco importa,
mi grito ancestral tampoco fue oído.
¿Qué me queda?
¿La nada, el espanto?
Si da igual porque el tiempo se escurre.