(Nunca hasta entonces más bella que la última.)
Hoy viajo al pasado,
me vuelvo niña y poeta.
Me vuelvo inocente y hay tristeza.
Me vuelvo viento.
(Silvio siempre ahí para cantarnos.)
¿Quién va a calmarme las ansias del verbo?
Te equivocás.
Lo grande es todo aquello que nos une en algún punto
-que no es en mi, sino a través de mi-.
Te quiero lleno de pájaros.
La Lluvia se desdobla,
cae sobre la que no soy.
Se llueve toda ante mi otra
-que no es sin mi, después de mi-.
Y se llueve porque fue antes
la que yo quisiera
pero es breve.
¿Dónde nos lloveremos pasado-mañana
si estas hojas siguen en blanco
y para siempre?
Huella.
Alguna vez en-contr-a-rte
de mi lado más oscuro.
Espero-te cuando tengas un nombre
que yo pueda nombrar.
¡Qué cara cuesta esta libertad de no ser libres!
Tango que no tengo.
[Vivo en el número
último por error]
Y aún brindo por los dioses
que te hicieron su cantor.
Y te llevo tan clavado en el pecho, caminante.
Y vos seguís volando bajo.
No quiero que seamos así
-sin flores-.
No quiero que seamos así
-esquina adoquinada
postal
que te recuerda-.
Noche. Suicida y poeta.
Domingo.
Tristeza de la libertad que es solemne.
Súbdito de mí: la pena.
Pantomima del espanto, soledad
de amar en esta ausencia indecible.