Vomita el verbo traspapelado
en la percepción de tu estómago,
no hay rincón
y se derrumba tu silencio,
no sigue línea ni azar posible,
se desgaja la sola luna
como si antes
hubiese sido ocaso
y no de pájaros,
salvajes adoquines
le tiran de la rienda.
La señal de la vida
se le esconde.
Certifica que el zapato
está gastado.
Otra esquina más
y sin faroles.
martes, 12 de enero de 2016
miércoles, 6 de enero de 2016
12 minutos de oscuridad
Quise escribir la Última Lluvia
y abrí el paraguas.
No me dejé mojar por el verbo genuino
porque sabía que tendría que evocarte en la noche.
Cuatro años secándome al sol
para que la carne viva de la duda siga intacta.
Quisiera escribir la oscuridad
de nuestros doce minutos de silencio.
Grita una mochila acusadora
sobre una sucesión estéril de postales
que llevan el signo de mi ausencia.
No puedo dar el próximo paso adelante.
Si ya estamos en el abismo
y después nunca se sabe.
Mi revés se arrepiente de mi idéntica renuncia,
todas las veces estuviste solo.
Yo mientras tanto buscaba lo que salva,
y descubrí que todas las veces había nada.
No sé decir mi amor ni mañana,
me da un miedo terrible
casi angustia,
casi vértigo,
los trenes,
todos los pasajes,
el lado de la ventanilla
sin siestas en tu hombro,
el pestañeo que dura el viaje,
el libro de Facundo que habla de nosotros.
No te voy a decir nunca lo que resigné
a cuesta de aceptar lo que se asume diario.
Tengo esta vida de bárbaro o de obtuso
que se limita a disfrutar de vez en cuando
de la ilusión de lo posible,
de la canción que al fin no será augurio,
de la palabra siempre injusta para nombrarte.
No sé si voy a encontrar el rumbo
cuando deje de girar la rueda
de mis fantasmas inconformes.
Y suspiro aunque no estés del otro lado.
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