Me quiero curar para siempre
pero verdaderamente nada
hay de verdadero,
ni una sola certeza en el placard
más que tu ausencia
que me repliega
y me pone
opacos pensamientos
en las sienes.
Ya nada he de verter
por los caminos
como semilla
que pudiera germinar
gerundios nuestros
por las calles
de adoquines del Alberdi.
Quién habrá
-ni yo misma habré de haber-
conocido qué oleajes
me derivan otra vez
hacia esta costa de silencio.
Y la tormenta
es esta primavera detenida,
veo sola la espalda de una estatua de Sarmiento.
No sé bien acaso lo que quiero,
tu presencia alguna vez fue lánguida,
y sin embargo sé que yo no quiero
ser como esos maniquíes de San Juan
que no salen al sol en el invierno.
Y quiero seguir pedaleando
por los parques que ven el Paraná
con vos.
Y soñar con Uruguay
volviendo a casa.
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