Es eso, Horacio. Es el absurdo coraje con el que puedo decir que no te amo. Es la alegría del verso después del dolor.
Es el misterio impune de tus ojos hermosos como una pradera tandilense. Es eso, Horacio.
Es saber que el tiempo desapareció otra vez pero no para el amor vacío de manos sino para el color puro de las horas solas que son tenues o tanto más reconfortantes que aquella desesperación atrás de cada una de tus partidas. Es eso.
Sí, es eso mismo Horacio. Es ese encuentro nuestro ya perdido en el almanaque de los suicidas depresivos que se unieron una sola vez para poder encontrar sus destinos verdaderos. Es eso mismo. Te juro que es eso, Horacio. Es como amarte porque no estás. Es parecido a quererse bien. Es como el vómito de flores que me causás si te acercás dos pasos. Es eso, Horacio sin horas. Es eso, Horacio niño durmiendo. Es eso, Horacio abismo. Es eso, Horacio borrachera. Es eso, Horacio tengo miedo. Es eso, Horacio ahora mismo. Es eso, Horacio abyecto. Es eso, Horacio que te vas del país. Es eso, Horacio de panfleto. Es eso, Horacio desnudo. Es eso, Horacio descubriendo. Es eso. Es eso que yo soy.
lunes, 20 de mayo de 2013
lunes, 13 de mayo de 2013
Ausentes de turno.
Clemencia,
en las horas
feroces
no te
encuentro.
¿Qué haré
con la tibieza de mi oficio?
¿Dónde
caerán en este instante sus ojos de pájaro?
El absurdo
suceder de los días
corrompen lo
que queda de mi inocencia.
Quisiera
besarte.
El mundo
manda a sacar turno
para besar.
Hay abismo.
La torpeza
del reloj
invoca tu
bondad desde la ausencia,
sucumbes
ante ella.
Entonces
se aflige mi
aliento.
Del calor
la humedad
que en todo vive,
después
el invierno
florecerá con su muerte.
jueves, 9 de mayo de 2013
Inventario de la des-dicha
Me queda
un último cigarrillo
en el atado,
una sombra de nadie
en el sillón,
un reloj sin pilas
y un balcón inundado.
Me queda elegir
entre incendiar la vigilia
o mirarte
hasta que sonrías para mi
en una plaza cualquiera.
Me quedan
unos libros que robé
y que nadie leyó jamás
y canciones que llegaron
desde Londres
sin golondrinas que las bailen.
Me queda un cepillo de dientes,
y una ilusión de naranja.
Me queda también
siempre un vaso demás en la cocina
y un beso que se tarda
ocho menos cuarto.
Melancólicos en la deshora
inventariamos el vacío
que quedó después
de las horas felices.
Y si es que escribo
inventarios del aire
es porque he aprendido
a contar estrellas.
Sin más que tinta
y un lapicito
fotografío el momento
en que he sido feliz.
miércoles, 1 de mayo de 2013
Frío
No falles,
no duermas,
no desatines en el filo de la noche.
Qué cuestan los títeres
del sueño;
son todos asesinos.
No falles,
no duermas,
no desatines en el filo de la noche.
Ahí cuando una estrella
es el frío polar
de tu sábana completa
es cuando se marchan
tus viudas y enemigos.
No falles,
no duermas,
no desatines
que el jinete que anda suelto
matará a todos tus muertos,
nacerá a todos tus gritos,
manchará con sangre el polvo,
con polvo el frío,
con frío el vino.
No falles,
no duermas,
ya pierde tus canas.
Que en la noche de los tiempos
los verdugos juzgan su alma.
No falles,
no temas,
ya fuiste mi asesino.
Y en el filo de la noche
cometiste un desatino.
No temas,
no llores,
no duermas tu destino.
Creíste en la paz
cuando creaste los fantasmas
que nadarían tu río.
no duermas,
no desatines en el filo de la noche.
Qué cuestan los títeres
del sueño;
son todos asesinos.
No falles,
no duermas,
no desatines en el filo de la noche.
Ahí cuando una estrella
es el frío polar
de tu sábana completa
es cuando se marchan
tus viudas y enemigos.
No falles,
no duermas,
no desatines
que el jinete que anda suelto
matará a todos tus muertos,
nacerá a todos tus gritos,
manchará con sangre el polvo,
con polvo el frío,
con frío el vino.
No falles,
no duermas,
ya pierde tus canas.
Que en la noche de los tiempos
los verdugos juzgan su alma.
No falles,
no temas,
ya fuiste mi asesino.
Y en el filo de la noche
cometiste un desatino.
No temas,
no llores,
no duermas tu destino.
Creíste en la paz
cuando creaste los fantasmas
que nadarían tu río.
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