Me queda
un último cigarrillo
en el atado,
una sombra de nadie
en el sillón,
un reloj sin pilas
y un balcón inundado.
Me queda elegir
entre incendiar la vigilia
o mirarte
hasta que sonrías para mi
en una plaza cualquiera.
Me quedan
unos libros que robé
y que nadie leyó jamás
y canciones que llegaron
desde Londres
sin golondrinas que las bailen.
Me queda un cepillo de dientes,
y una ilusión de naranja.
Me queda también
siempre un vaso demás en la cocina
y un beso que se tarda
ocho menos cuarto.
Melancólicos en la deshora
inventariamos el vacío
que quedó después
de las horas felices.
Y si es que escribo
inventarios del aire
es porque he aprendido
a contar estrellas.
Sin más que tinta
y un lapicito
fotografío el momento
en que he sido feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario