Clemencia,
en las horas
feroces
no te
encuentro.
¿Qué haré
con la tibieza de mi oficio?
¿Dónde
caerán en este instante sus ojos de pájaro?
El absurdo
suceder de los días
corrompen lo
que queda de mi inocencia.
Quisiera
besarte.
El mundo
manda a sacar turno
para besar.
Hay abismo.
La torpeza
del reloj
invoca tu
bondad desde la ausencia,
sucumbes
ante ella.
Entonces
se aflige mi
aliento.
Del calor
la humedad
que en todo vive,
después
el invierno
florecerá con su muerte.
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