Todos prefieren el sur al principio,
el estúpido exilio de los desvelados.
El sol por el poniente
cae sobre los puentes absurdos de la Pampa
y todos celebran la solemnidad de aquel paisaje.
La estela de un avión
abre un surco irrazonable sobre el cielo
que me recuerda a las fauces abiertas de las fieras,
sin embargo todos prefieren el sentido y su hostil
ambivalencia.
¿Qué será entonces de mí cuando me encuentre la noche?
Mi cuerpo frío sobre el lecho temerá las sombras que se
aproximan del oeste,
de las crudas tinieblas desde donde se avecinan todas mis frustraciones.
Y además, amanecer,
como si se tratara de un festejo inútil de los días.
Y además, nombrar,
como si se tratara de amarrar el mundo en un sonido.
Y además, volver,
como si fuera posible,
como si el tiempo no hubiese hecho sus estragos.
Y por fin llorar,
como el insoslayable destino de los que no regresan.
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