Quiero buscarte,
quiero encontrarte y leerte
la piel,
los besos,
las pestañas,
los silencios,
los pies,
el cabello,
las sonrisas de las mañanas.
Y después quiero nombrarte,
entonces no puedo
y digo
noche, gato azul, alameda o río,
patiecito o pececito o tal vez lucecita solar.
Perro, folklore, viento,
halo lunar que me acuna,
palomas en una plaza cualquiera,
ya no podré no nombrar todo y nombrarte.
Y así paso mis días,
y es éste mi oficio (el de sólo buscarte)
y no encontrarte nunca
en los parques, los libros,
en alguna noche ajena,
en los vasos de vino o en las manos del otoño,
en la cara del frío o el sudor de los días,
en la sutileza idiota de los cobardes,
en las valijas que partan hasta vos y para siempre.
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