martes, 25 de agosto de 2015

Los que se fueron

Y me acuerdo de ustedes
y siento el impulso de abrazarme a la vida
y a esta suerte luciérnaga
que juega a las escondidas.
Y me río a carcajadas
en la panza de la muerte
que siempre afila su daga.
Y sé que ustedes también reirían.
Ustedes también cantarían esta noche a solas.
Entonces me acuerdo de los rincones
y de que menos mal que nadie
va a saber nunca el número exacto
de días mariposa compartidos,
ni de cuántos adoquines o cuántos árboles
cruzamos por ahí tonteando,
andando el mundo sin más de puro libres.
Ni de cuántas veces nos sentimos azul,
amarillo, violeta.
Y sus pasos por la memoria
me cuentan historias todavía
que no me olvido por las dudas
de que me hagan la misma pregunta
y haya que responder otra cosa
cuando nos veamos de nuevo.

domingo, 16 de agosto de 2015

Hablemos de querernos

Y si te digo que no puedo dormirme
pensando en la opción de enredarme en tu pelo,
o en la simpleza más pura
que te provoca la sonrisa,
o quizás en el absurdo de mirarnos cómplices
y sin embargo desde lejos
sin atrevernos a mirarnos verdaderamente,
sin atrevernos sencillamente a confesarnos
el uno al otro
como si todo fuera más simple
de todo lo que creemos
que es mucho más complejo.
Y por si acaso una noche
se te ocurriera seguirme
y tal vez haya un río,
y yo tenga incertidumbres
de cumplirle a un sistema
que no espera a nadie
y me equivoque,
y si todavía volvieras,
y vuelves,
y te espero ansiosa,
y llegas,
entonces,
entonces sólo habremos de querernos,
entonces
sólo hablemos de querernos.

jueves, 6 de agosto de 2015

Clemencia

Alguien lleva mi tinta a recorrer millas y en cada paraje no hay nadie que pueda entender el grito. Es un grito desesperado. Es parecido al horror pero unos ojos delatan ternura. Es parecido a estar triste pero en la hoja final nadie llora. Lo más puro se esgrime en el no-tiempo y por fortuna encuentra su no-espacio. La miseria antes nos besó la frente, ahora se ríe desnuda de la credulidad de sus víctimas buscando un caparazónclemencia en los verdugos.

Fortuna

No sé si sea esta fortuna
de pararse en el medio del patio,
en el medio de la última tormenta,
contemplando este cielo en blanco y negro
de rayos que deshacen a la noche
e iluminan la ciudad asediada por la muerte.
No sé si sea esta fortuna
de los días por venir 
renaciendo
de esta noche interior
que me ha crecido,
de miradas cómplices,
de vos llegando hasta mi abrazo
de una vez por todas. 
Me vale que sea este misterio
de salvarse de la máquina un ratito,
de ganarle una mano a esta baraja,
de sentirme descalza todavía.