Me voy a ver siempre condenada a la repetición.
Desde esta esquina siempre veo la columna de la luz justo en el medio de la puerta de la ochava transversalmente opuesta.
Podría irme y dejar la ventana de la cocina abierta, pensaba decirlo de otra manera pero el objeto era el mismo, irse y dejar la ventana abierta.
No sé a qué, a la noche, a cualquier cosa que quiera colarse por ella, ojalá nunca que a un extraño genuino, pero la ventana abierta.
Pensaba en que los dos minutos se te pasaron, Apócope. Fumé el cigarro y no llegaste. Andar la ciudad en bici. Perder los estribos siempre por lo mismo. La compulsión a la repetición y la prosa mal heredada. Pensaba en decir otra cosa, pero me la olvidé.
Tengo la compulsión de la mente en blanco. Pensaba en obsesiones y no en compulsiones.
Me olvidé la buena excusa.
Bajaste la persiana. Será que sólo escribiendo me di cuenta que estabas abajo.
También sabía que la torpeza humedad no dejaría cerrar la cortina y quizás tumbaría el vaso. El vaso no cayó.
Otra vez las líneas idiotas, las líneas estériles. Otra vez buscar sobrevivir.
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