Un corazón que se despedaza por última vez.
Otra vez la reiteración:
no se puede amar y tener miedo.
Otra vez la reiteración:
hay que correr hacia los brazos abiertos
y no perseguir una espalda.
Las máscaras se caen,
quedamos desnudos y sin inventos.
Pero ahora vemos
quién verdaderamente somos.
Este es el último dolor que te regalo.
Se comprenden las huidas
pero me prometo implacable
con los desengaños.
martes, 19 de febrero de 2019
jueves, 7 de febrero de 2019
Siete sin los dos
Pienso en 15 minutos con vos pero busco algo que no me haga caer, entonces escucho las canciones trash de Fun People e igual me acuerdo. Todo sea por no caer en la ternura de los Smiths, aunque es igual, escucho el candombe de los uruguayos porque se acerca el carnaval y también se acerca tu recuerdo porque es siete de febrero y hace un año y hace tanto y tanto que... Ni digamos de cuando el que canta es Zitarrosa, o cuando de pronto el algoritmo la invita a Natalia que dice por mí que "yo te llevo dentro hasta la raíz y por más que crezca vas a estar aquí" y el chiste que fue sólo complicidad nuestra de que iba a ir de fondo para esa campaña. No quiero pensar en las de Drexler, porque me hace pensar en que fue nuestra banda de sonido de las primeras noches, casi como los Coplanacu pero no tanto, porque amanecíamos mirando documentales para cruzar el Atlántico en balsitas de madera y yo sigo yendo al Paraná un poco para sentirme libre y otro tanto porque te evoca infinito. No sé si sabías que fui a ver a Tabaré y me quedé con ganas de Silvio, pero te juro que cuando fui a Las Manos salté por los dos y por nosotros esa vez que íbamos de la mano a marchar con el pueblo para soñar que hacíamos revolución desde lo cotidiano. Tal vez porque por entonces todavía soñábamos juntos, y contruíamos juntos también. Si mejor ni te digo las cosas que pasan cuando suena Silvio, ni mucho menos cuando Jaime dice lo que es el amor profundo... Pero con el amor, mi amor, no alcanza, por eso ya tus pasos buscan el norte mientras los míos insistían con el sur. Y si el mundo es redondo como dice Facundo, yendo no más hacia adelante volveremos a cruzarnos. De toda suerte más maduros, más enormes, y nos amaremos de nuevo. Cuando tal vez ya no te nombre atrás del Zurdo ni de Juan L., ni cuando cruzando el remanso Valerio ni escuchando a Fandermole me estremezca como me estremezco todavía.
lunes, 4 de febrero de 2019
Falta de febrero
Sobreviene una vez más
la angustia existencial
sin nombre único,
común denominador
y múltiplo
de mis inestabilidades magma.
Algo agudo allí te invoca,
ya nadie entra por la puerta de emergencia.
Ahora sos el hombre de las manos cansadas,
tu verso se posa en cualquier lado
menos sobre mí.
Aún con todo
en el desfile de nuestras calamidades
y evocaciones de
-si acaso queda-
nuestra mejor versión intermitente,
buscan mirarte las locas.
Una es la que amás
y otra es la que temés.
Es igual,
para vos son veredas separadas.
Ya no hay puente
ni templo posible.
Todos buscan en su Parnaso al dios,
nadie lo encuentra.
De pura suerte, ciegos de luz,
descienden otra vez a su caverna.
Y el oráculo responde gnóthi seautón.
No hay más caso.
Mi árbitro interior
le cobra su falta
a este febrero:
He aquí que todavía me interpelo
mientras escarbo gusanos del tiempo.
A quién amás ahora que amaste?
Y esta compulsión a la repetición
abdica en la sola remembranza
de lucidez hiriente:
no se puede amar
y tener miedo.
Entonces creo
que alguna vez lo supe
con una claridad
que fue tantas veces bruma:
con el amor no alcanza.
la angustia existencial
sin nombre único,
común denominador
y múltiplo
de mis inestabilidades magma.
Algo agudo allí te invoca,
ya nadie entra por la puerta de emergencia.
Ahora sos el hombre de las manos cansadas,
tu verso se posa en cualquier lado
menos sobre mí.
Aún con todo
en el desfile de nuestras calamidades
y evocaciones de
-si acaso queda-
nuestra mejor versión intermitente,
buscan mirarte las locas.
Una es la que amás
y otra es la que temés.
Es igual,
para vos son veredas separadas.
Ya no hay puente
ni templo posible.
Todos buscan en su Parnaso al dios,
nadie lo encuentra.
De pura suerte, ciegos de luz,
descienden otra vez a su caverna.
Y el oráculo responde gnóthi seautón.
No hay más caso.
Mi árbitro interior
le cobra su falta
a este febrero:
He aquí que todavía me interpelo
mientras escarbo gusanos del tiempo.
A quién amás ahora que amaste?
Y esta compulsión a la repetición
abdica en la sola remembranza
de lucidez hiriente:
no se puede amar
y tener miedo.
Entonces creo
que alguna vez lo supe
con una claridad
que fue tantas veces bruma:
con el amor no alcanza.
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