domingo, 20 de octubre de 2019

Cassetteramente

No entiendo el trap,
hago un esfuerzo
por reinventar(me),
por abrir el oído
en una ola expansiva
en campo nuevo
pero no,
no entiendo el trap.
A decir verdad
tampoco entiendo
ni quiero
ni me importa
entender Instagram:
esa compulsión por estar
al tiro de la cultura
de consumo,
prefiero el tedio
de esperar a la abuela
peinarse para la foto
porque quedan
tres
en el rollo
y me olvidé de comprar.
A mi pesar,
me asumo entonces
cobarde o tibia,
y qué va?
La sentencia es breve
y el veredicto
un loop de abismo.
Será que nunca pude
sembrar las plantas
de los pies
diez centímetros
menos acá
(quiero decir del
cenit de la analogía).
Unos ojos de pájaro absorto
que giran tan minuciosamente
como la cinta
de tinta que hay que cambiar
de la máquina urgentemente,
pues siempre se vuelve
juntando migajas
al vhs
          de una infancia
                                    de 8 bits.
La vida caricaturizada
burdamente
como un juego del Family
de la rutina a la muerte
en tres vidas recuperadas
para hacer siempre lo mismo.
El pleno derecho de la contingencia,
que esto no sea más
que una parodia barata
de un teléfono fijo o peor,
la paradoja bestial
de un tipo encerrado
apretadamente solo
desesperadamente ansiando
adentro de una cabina
que del otro lado atiendan,
que alguien esté
y que escuche
y que diga
acá estoy
también
rebobinando
la cassettera.

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