Siempre fue en la deshora
que se me dio la tinta,
siempre por sobrevivir,
porque apenas nada más podía esperarse.
Quizás borrarse el rostro,
quizás sobreescribirlo,
como un código
pero inefable.
Y ahora parece un destino,
lo burdo de las posibilidades.
Vivir para escribir
fue un hecho un día,
vivir de escribir
era un noble deseo
por entonces.
Y ahora que me piden que escriba,
ahora que esperan de mi
un santo y seña
y unas teorías aplicadas,
y cosas de la gramática
de la que nunca fui devota,
porque la retórica es otra cosa
y la poesía es cosa aparte,
y porque a mí,
lo único que me importa es poemar
pero no puedo
por hija del destino
y el capital
y así las cosas
y sin embargo, me piden,
niña, escribe,
y escribo,
y tengo que identificar
gente que no sabe ser identificada,
y tengo que vender, sin querer vender vendiendo,
que ese anhelo es lo que es,
y no otra cosa
y tengo que escribir
para decir
tu puedes
valer lo que un recuerdo
y más que ello.
Tengo que decir,
esto entonces
quiere decir la emoción,
quiere decir comprar.
Quiere decir que quisiera
escribir otras cosas
pero esto es lo mejor que puedo
escribir para el mercado
y tratar, vivir, tratar, tal vez,
de vivir, tratar, sobrevivir,
tal vez, de ello.
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