¿Será el último sorbo
de agua dulce?
Busco el fulgor de una estrella
que me ponga en sobreaviso,
¿habrá final?
Volteo sobre mis propios pasos,
no estoy lista aún
para una nueva derrota.
Mis ojos contienen
la historia de los nudos.
Ni los añosos árboles
pueden acumular
en sus raíces
toda esta agua vertida
para nada.
Persigo los rastros de mi Otra,
sólo calla.
Entre el espejo y la pared,
un eco de gritos ensordecedor.
Caigo otra vez rendida sobre el mosaico roto,
el peso muerto de su cuerpo cae sobre mí.
Los dos lloramos,
sólo yo entro en el abismo.
Me siento de espaldas en la ventana,
la adrenalina es la copa de un árbol
que se mece con el viento
catorce pisos abajo.
Antes de caer,
su tierna mirada me cobija
y sus brazos me devuelven a la cama.
No hay lugar en el mundo
para una fugitiva.
Esta noche, otra vez, estaré lejos.
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