viernes, 22 de marzo de 2013

Eternamente. (Octubre nueve.)


Como tus manos sencillas
es la noche,
de manos habitada.
Este juego de sombras
y de vértice
me llevan a desvariar.
Yo que bailo entre el abismo,
salto.
Me pierdo ahora que vienen los fantasmas.
Estoy al borde, ya no sé.
Mas quién soy?
Si he sido, nunca seré.

Quisiera borrarte
el nombre y el ombligo,
los rincones.
Que el viento te grite despacio:
qué tan lejos estás?

Ahora huye,
huye como una gaviota.
Soledad sola
cosechaste en la sequía.

Pues entonces,
habrá que aprender
a jugarse las miserias
y arrancarse las mentiras.

Ahora que todos
estamos por caer
entendemos:
desde los pies
todos somos iguales.
Por eso no estamos juntos,
pero caemos a un mismo lado.

El viento
trayendo tu nombre
me provoca un silencio.
No vas a volver,
yo espero
el día,
la hora,
la aguja.

Entonces te nombro,
con mi dedo acusador
te nombro.
Te sentencio,
te destierro
del lugar de tu propio exilio.

Y así sucede.
La desesperación
no tiene rostro.

Por cada escalón que dejo
hay un pasado que olvido.
El descenso será largo
pero al fin voy a borrarte.

lunes, 18 de marzo de 2013

Quién?


Siempre vas a ser así. Y yo te quiero así. Múltiple. Multiplicado. En una terminal cualquiera de la que me voy a ir enseguida antes de verte viajar con otras manos. Lo raro hubiese sido si hubieses llegado empapada en alcohol, con la lluvia se llueve cualquiera. Y te sigue un perro que no te quiere, sino que quiere tu techo, seco. Tu puerta cálida de despedidas que se agotan y el perro que busca quedarse. No estás sola, tenés un perro. No sé si creerte. Bueno, sacate la ropa. Cuando te desvestís es más sencillo, porque sos sincera ante el espejo que es como ser franca con vos misma.

No recordaba el nombre pero pude notarlo en tu casa. Alejandro Menotti también tuvo un perro. También tuvo nombre de un buen tipo de barrio. Pero pudo ser el ladrón del cuarto elemento. Cuando lo hacés vos, me gusta leerlo. Es distinto, se cae un rayo por el balcón y vos me hablás del ruido de una nube, como si hablaran o como si hubiera una música nueva dando vueltas por alguna pared que se está por caer. Y se va a caer en cualquier momento, el problema es que no la ves. Vos estás de espaldas y no la ves. Se te cae encima, Alejandro. La pared se te va a derrumbar encima. La Negra Sosa canta en el departamento del vecino la última lluvia que te desarma y sangra agua salada del Paraná.

-Es lo que siempre busqué en vos, que digas esas palabras. Aunque te calles y me sonrías, yo te quiero múltiple. -Quiero que por sobre todas las cosas me guíes con paciencia en este viaje, casi espiritual, casi sentimental, casi viaje.
-Estás en el punto suficiente y necesario. Podemos seguir Vicente.
-Cómo es el libre albedrío?
-Es como el miedo pero sin culpa o como el whisky pero sin hielo.
-No te vayas tan lejos.
-Estoy en el balcón. Es como cruzar por la puerta pero sigo acá.

Según la tercera ley de Newton a cada acción le corresponde una reacción que le es contraria. Vos me asumís y me confirmás todo el tiempo, ahí no hay cambio posible. No hay novedad. No hay sentido sin interpretación pero no hay interpretación sin acto. Y ahí donde no hay acto, tiene que existir un sentido para la inercia.

Escribo para que nuestro mundo no se detenga porque el mundo no funciona cuando hay uno solo que empuja. Ahí no hay chiste, una balanza que no pesa más que sentir la ausencia de sentido siente la ausencia de los cuerpos. Hoy le harías falta a Rosario lloviendo y a mi máquina. A mi máquina más que nada y todavía, que te espera, ávida de tintas o de golondrinas que lloren.

-Está mal que piense en vos?
-Ese es el juego que aún no termino de entender ni de jugar y que me encuentra en pensamientos cruzados.
-No sé dónde debería situarme.
-El juego no se trata de nosotros, ya entendí.

Si el juego no se trata de nosotros, se trata de vos o de mi o de los dos por separado, que no es lo mismo pero es igual. Cuando uno juega consigo mismo es más factible perder. Si no qué parámetro usás para saber que estuviste bien cuando te convenciste de que te equivocaste de vuelta? El problema es cuando falta un motor. Si no encontrás algo por lo que moverte, un riesgo, una necesidad, una carencia o una búsqueda misma, te movés? Si no accionás por la falta, cómo llegás a cualquier parte?

Alejandro Menotti no caminó a ninguna parte, el que caminó fue el perro. Entonces Alejandro no era un gran tipo, era un gran lugar, cómodo para un perro que necesita un lugar seco. Alejandro era un gran lugar seco. Pero si fue así, el protagonista era el perro.
Y si Alejandro tenía ojos de perro? Y si Alejandro Menotti no era más que ese perro que buscaba un lugar seco? Ahí están juntos el juego, el miedo y el chiste. Alejandro, el perro, se robó el cuarto elemento. El cuarto elemento era el agua. O el fuego, o la tierra, al final no importa. Al final necesitaba un lugar. El problema es ese, si no importa, si no hay sentido pero de todas formas ese perro o ese Alejandro o cualquier buen tipo o sencillamente cualquier tipo necesitan un lugar. Un lugar cualquiera, pero un lugar. Ahí hay búsqueda. Sin motor. Pero si el perro encuentra asilo en la casa de Alejandro y Alejandro no deja de ser más que el mismo perro…
Ya no hay juego, ya no hay chiste y no hay miedo.
Cuando se encuentra el lugar, cuando se termina la búsqueda que no tenía sentido, no hay más sentido. Y donde nunca hubo nada, qué puede haber más que un perro buscando secarse después de una lluvia?

(Siempre sentí que para decir lo que siento algo anda faltando. Pues si en mi mano cae un lápiz difícilmente habrá un papel en blanco dispuesto a ser marcado. En cambio, si papeles abundan, los lápices se fugan como cómplices de un instante obsoleto. Eso es para mi el arte y la literatura, como toda búsqueda o como todo encuentro, sin ellos ni siquiera hay motivo…)


martes, 5 de marzo de 2013

Volver


Volviendo esperaba encontrarme un mensaje tuyo. En realidad, esas casualidades ya no suceden porque no suceden las casualidades.
Jacinta vuelve cuando no la espero pero nadie llega cuando esperamos. Las cosas que se buscan se encuentran de casualidad.
“Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo.” En realidad, habría que volver o pedir que a uno no lo esperen. Pero cuántos son realmente los que no tienen la necesidad de volver mientras alguien espera?
Con mi cañón de futuro disparo a la nada que bien se viste de pasado. Sí, curiosamente Silvio todavía nos reúne del modo más tácito posible, nos une donde no queda unión posible, donde hay ausentes, donde ya no te espero.
Los que nos echamos a andar errantes por las solitarias calles rosarinas de un invierno anticipado, supongo que salimos a buscar algo parecido a nosotros mismos de tal suerte que cuando volvemos no sabemos ni quién va a abrirnos la puerta. Fue la caminata más corta y más significativa de toda mi vida, porque sin esperarte y aún ausente cuando volví a mi casa había algo de vos dando vueltas por la cocina.
No sé cuántos amores me quedarán por conocer, al final, siempre sospecho que son pocos, tal vez ninguno. Es tan maravillosa esa puta casualidad donde vos que no tenés nombre te encontrás de repente conmigo que no sé quién soy y en ese encuentro sabemos que tendremos que querernos.
Si Jacinta se comiera a Macarena no sé qué pasaría, pero alguien llamaría a la muerte o después de eso habría un poco de amor y una taza de café a las tres de la mañana.
Cuando llegué a la esquina tuve miedo, de doblar hacia la realidad. Y que al final no hubiera nadie esperándome. Cuando volví, hallé novedad. Quien piensa en volver no es más que un nostálgico.
Quien piensa en volver nunca sospecha que las cosas hayan cambiado. Quien quiere volver espera encontrar siempre un mismo paisaje. El encuentro con el paisaje mutado nos da miedo, nos echa a andar y quién sabe a dónde va a parar buscando lo que antes? Donde hubo algo de nosotros, y habrá que averiguar si somos los mismos que los de entonces, probablemente no quede más que una ausencia en permanente fuga que necesite nombres nuevos, nuevos perfumes, nuevas manos, nuevos versos, al final nuevas personas, nuevos nosotros, y quizás, de toda suerte, si es amor, necesite otro vos que seas vos y otro yo como yo misma, pero mañana.
Perdón, es el frío de estos días el que manda a llamar a Jacinta que me obliga a inclinarme ante mi otra, que no soy más que yo misma recordando lo que no fui.

De regreso había alguien caminando en dirección a mí, encapuchado. Creo que los amores son así de fugaces, no pude decirle ni cuál era mi timbre ni lo bien que le quedaba la barba. Sospecho que hubiésemos recorrido cientos de bares, sospecho que nos hubiésemos asignado nombres de personajes de libros épicos, sospecho que una noche taciturna le hubiese dedicado el mejor disco de Silvio para volverlo a escuchar dos años y medio después. Sospecho que hubiese arruinado mi vida, por eso siguió caminando.