martes, 5 de marzo de 2013

Volver


Volviendo esperaba encontrarme un mensaje tuyo. En realidad, esas casualidades ya no suceden porque no suceden las casualidades.
Jacinta vuelve cuando no la espero pero nadie llega cuando esperamos. Las cosas que se buscan se encuentran de casualidad.
“Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo.” En realidad, habría que volver o pedir que a uno no lo esperen. Pero cuántos son realmente los que no tienen la necesidad de volver mientras alguien espera?
Con mi cañón de futuro disparo a la nada que bien se viste de pasado. Sí, curiosamente Silvio todavía nos reúne del modo más tácito posible, nos une donde no queda unión posible, donde hay ausentes, donde ya no te espero.
Los que nos echamos a andar errantes por las solitarias calles rosarinas de un invierno anticipado, supongo que salimos a buscar algo parecido a nosotros mismos de tal suerte que cuando volvemos no sabemos ni quién va a abrirnos la puerta. Fue la caminata más corta y más significativa de toda mi vida, porque sin esperarte y aún ausente cuando volví a mi casa había algo de vos dando vueltas por la cocina.
No sé cuántos amores me quedarán por conocer, al final, siempre sospecho que son pocos, tal vez ninguno. Es tan maravillosa esa puta casualidad donde vos que no tenés nombre te encontrás de repente conmigo que no sé quién soy y en ese encuentro sabemos que tendremos que querernos.
Si Jacinta se comiera a Macarena no sé qué pasaría, pero alguien llamaría a la muerte o después de eso habría un poco de amor y una taza de café a las tres de la mañana.
Cuando llegué a la esquina tuve miedo, de doblar hacia la realidad. Y que al final no hubiera nadie esperándome. Cuando volví, hallé novedad. Quien piensa en volver no es más que un nostálgico.
Quien piensa en volver nunca sospecha que las cosas hayan cambiado. Quien quiere volver espera encontrar siempre un mismo paisaje. El encuentro con el paisaje mutado nos da miedo, nos echa a andar y quién sabe a dónde va a parar buscando lo que antes? Donde hubo algo de nosotros, y habrá que averiguar si somos los mismos que los de entonces, probablemente no quede más que una ausencia en permanente fuga que necesite nombres nuevos, nuevos perfumes, nuevas manos, nuevos versos, al final nuevas personas, nuevos nosotros, y quizás, de toda suerte, si es amor, necesite otro vos que seas vos y otro yo como yo misma, pero mañana.
Perdón, es el frío de estos días el que manda a llamar a Jacinta que me obliga a inclinarme ante mi otra, que no soy más que yo misma recordando lo que no fui.

De regreso había alguien caminando en dirección a mí, encapuchado. Creo que los amores son así de fugaces, no pude decirle ni cuál era mi timbre ni lo bien que le quedaba la barba. Sospecho que hubiésemos recorrido cientos de bares, sospecho que nos hubiésemos asignado nombres de personajes de libros épicos, sospecho que una noche taciturna le hubiese dedicado el mejor disco de Silvio para volverlo a escuchar dos años y medio después. Sospecho que hubiese arruinado mi vida, por eso siguió caminando. 

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