Como tus manos sencillas
es la noche,
de manos habitada.
Este juego de sombras
y de vértice
me llevan a desvariar.
Yo que bailo entre el abismo,
salto.
Me pierdo ahora que vienen los fantasmas.
Estoy al borde, ya no sé.
Mas quién soy?
Si he sido, nunca seré.
Quisiera borrarte
el nombre y el ombligo,
los rincones.
Que el viento te grite despacio:
qué tan lejos estás?
Ahora huye,
huye como una gaviota.
Soledad sola
cosechaste en la sequía.
Pues entonces,
habrá que aprender
a jugarse las miserias
y arrancarse las mentiras.
Ahora que todos
estamos por caer
entendemos:
desde los pies
todos somos iguales.
Por eso no estamos juntos,
pero caemos a un mismo lado.
El viento
trayendo tu nombre
me provoca un silencio.
No vas a volver,
yo espero
el día,
la hora,
la aguja.
Entonces te nombro,
con mi dedo acusador
te nombro.
Te sentencio,
te destierro
del lugar de tu propio exilio.
Y así sucede.
La desesperación
no tiene rostro.
Por cada escalón que dejo
hay un pasado que olvido.
El descenso será largo
pero al fin voy a borrarte.
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