lunes, 18 de marzo de 2013

Quién?


Siempre vas a ser así. Y yo te quiero así. Múltiple. Multiplicado. En una terminal cualquiera de la que me voy a ir enseguida antes de verte viajar con otras manos. Lo raro hubiese sido si hubieses llegado empapada en alcohol, con la lluvia se llueve cualquiera. Y te sigue un perro que no te quiere, sino que quiere tu techo, seco. Tu puerta cálida de despedidas que se agotan y el perro que busca quedarse. No estás sola, tenés un perro. No sé si creerte. Bueno, sacate la ropa. Cuando te desvestís es más sencillo, porque sos sincera ante el espejo que es como ser franca con vos misma.

No recordaba el nombre pero pude notarlo en tu casa. Alejandro Menotti también tuvo un perro. También tuvo nombre de un buen tipo de barrio. Pero pudo ser el ladrón del cuarto elemento. Cuando lo hacés vos, me gusta leerlo. Es distinto, se cae un rayo por el balcón y vos me hablás del ruido de una nube, como si hablaran o como si hubiera una música nueva dando vueltas por alguna pared que se está por caer. Y se va a caer en cualquier momento, el problema es que no la ves. Vos estás de espaldas y no la ves. Se te cae encima, Alejandro. La pared se te va a derrumbar encima. La Negra Sosa canta en el departamento del vecino la última lluvia que te desarma y sangra agua salada del Paraná.

-Es lo que siempre busqué en vos, que digas esas palabras. Aunque te calles y me sonrías, yo te quiero múltiple. -Quiero que por sobre todas las cosas me guíes con paciencia en este viaje, casi espiritual, casi sentimental, casi viaje.
-Estás en el punto suficiente y necesario. Podemos seguir Vicente.
-Cómo es el libre albedrío?
-Es como el miedo pero sin culpa o como el whisky pero sin hielo.
-No te vayas tan lejos.
-Estoy en el balcón. Es como cruzar por la puerta pero sigo acá.

Según la tercera ley de Newton a cada acción le corresponde una reacción que le es contraria. Vos me asumís y me confirmás todo el tiempo, ahí no hay cambio posible. No hay novedad. No hay sentido sin interpretación pero no hay interpretación sin acto. Y ahí donde no hay acto, tiene que existir un sentido para la inercia.

Escribo para que nuestro mundo no se detenga porque el mundo no funciona cuando hay uno solo que empuja. Ahí no hay chiste, una balanza que no pesa más que sentir la ausencia de sentido siente la ausencia de los cuerpos. Hoy le harías falta a Rosario lloviendo y a mi máquina. A mi máquina más que nada y todavía, que te espera, ávida de tintas o de golondrinas que lloren.

-Está mal que piense en vos?
-Ese es el juego que aún no termino de entender ni de jugar y que me encuentra en pensamientos cruzados.
-No sé dónde debería situarme.
-El juego no se trata de nosotros, ya entendí.

Si el juego no se trata de nosotros, se trata de vos o de mi o de los dos por separado, que no es lo mismo pero es igual. Cuando uno juega consigo mismo es más factible perder. Si no qué parámetro usás para saber que estuviste bien cuando te convenciste de que te equivocaste de vuelta? El problema es cuando falta un motor. Si no encontrás algo por lo que moverte, un riesgo, una necesidad, una carencia o una búsqueda misma, te movés? Si no accionás por la falta, cómo llegás a cualquier parte?

Alejandro Menotti no caminó a ninguna parte, el que caminó fue el perro. Entonces Alejandro no era un gran tipo, era un gran lugar, cómodo para un perro que necesita un lugar seco. Alejandro era un gran lugar seco. Pero si fue así, el protagonista era el perro.
Y si Alejandro tenía ojos de perro? Y si Alejandro Menotti no era más que ese perro que buscaba un lugar seco? Ahí están juntos el juego, el miedo y el chiste. Alejandro, el perro, se robó el cuarto elemento. El cuarto elemento era el agua. O el fuego, o la tierra, al final no importa. Al final necesitaba un lugar. El problema es ese, si no importa, si no hay sentido pero de todas formas ese perro o ese Alejandro o cualquier buen tipo o sencillamente cualquier tipo necesitan un lugar. Un lugar cualquiera, pero un lugar. Ahí hay búsqueda. Sin motor. Pero si el perro encuentra asilo en la casa de Alejandro y Alejandro no deja de ser más que el mismo perro…
Ya no hay juego, ya no hay chiste y no hay miedo.
Cuando se encuentra el lugar, cuando se termina la búsqueda que no tenía sentido, no hay más sentido. Y donde nunca hubo nada, qué puede haber más que un perro buscando secarse después de una lluvia?

(Siempre sentí que para decir lo que siento algo anda faltando. Pues si en mi mano cae un lápiz difícilmente habrá un papel en blanco dispuesto a ser marcado. En cambio, si papeles abundan, los lápices se fugan como cómplices de un instante obsoleto. Eso es para mi el arte y la literatura, como toda búsqueda o como todo encuentro, sin ellos ni siquiera hay motivo…)


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