lunes, 8 de julio de 2019

Irse

El pensamiento más veloz y libre
que esa otra cosa que permanece ahí
indecible,
un pájaro que canta,
varios pájaros que cantan,
los músculos que me yerguen entumecidos,
una guitarra que nombra
que hay muchos lugares en el mundo,
que marca el paso de
donde hay que estar,
un rincón de guitarras
que no tienen que volver
-ni en los rincones-,
de cosas que ya no están
y que están bien así,
a diez,
a veinte,
a cuarenta
pasos
de distancia,
la hornalla,
¡otra vez la hornalla!
y la necesidad
de que el calor
sea este abrazo
con las ballenas
solitarias
de Madryn
o un tablero de ajedrez
en un barcito
en una esquina
de Madrid
que seguro tendrá
calles angostas
como las que soñé anoche
pero incluso
yo no estaba,
me ausenté de mí.

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