¿Y si la memoria
no fuera más
que un instinto equivocado
con oficio de torturador?
¿Y si acaso me equivoqué
creyendo que nos buscábamos
desde vidas anteriores
y, simplemente, en el aturdimiento
seguí tus pasos, con una fe ciega,
para olvidarme de mí de una vez por todas?
¿Serán ciertas mis cavilaciones?
Estarías en otros brazos,
sonriendo o tal vez
escupiendo en el espejo.
Otro cuerpo llenaría el espacio.
Y sólo el espacio.
Porque tu corazón,
amordazado de decepciones,
se acomodaría como un perro de la calle
que prefiere las sobras
de un tirano
a la inseguridad de la basura inescrutable.
Quiero decir,
la miseria no escatimaría
para ninguno de los dos
por separado.
¿Es eso redención suficiente
para tener el coraje
de llamar amor a esto que somos?
¿O es apenas el gesto de dos cobardes
que entibian su corazón
por miedo al Miedo?
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